Instrucciones para subir una escalera de Julio Cortázar




Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.



(Ixelles, Bélgica, 26 de agosto de 1914 - París, 12 de febrero de 1984) fue un escritor, traductor e intelectual de nacionalidad argentina. Optó por la nacionalidad francesa en 1981, en protesta contra el gobierno militar argentino.
Se lo considera uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal. Debido a que los contenidos de su obra transitan en la frontera entre lo real y lo fantástico, suele ser puesto en relación con el realismo mágico e incluso con el surrealismo
Aunque desde 1937 había traducido ya para la revista francesa Leoplán, su primera traducción literaria fue Robinson Crusoe, de Daniel Defoe (1945). En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés y comenzó a trabajar para organismos internacionales, como la Unesco y la Comisión de Energía Atómica, en Viena. Hasta 1951 trabajó como traductor para la Cámara Argentina del Libro. Ese año, él y la que entonces era su esposa, Aurora Bernárdez, que también era traductora, trasladaron su residencia a París. Una vez en Europa, Cortázar siguió trabajando como traductor independiente para la Unesco, y en 1954 asistió en calidad de traductor y revisor a la conferencia de ese organismo celebrada en Montevideo. Ese mismo año viaja a Italia, donde empieza la traducción de la obra en prosa de Edgar Allan Poe por encargo de la Universidad de Puerto Rico. En 1955 publica su traducción de Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar (Sudamericana), una de sus traducciones más aclamadas, y es a partir de ese año cuando, sin llegar a dejar totalmente la traducción, comienza a volcarse en la escritura. Definitivamente afincado en Francia, en julio de 1981, el presidente Miterrand le otorga la nacionalidad francesa.

Entre las obras traducidas por Cortázar, se pueden citar las siguientes:


  • Daniel Defoe: "Robinson Crusoe" (Buenos Aires: Viau, 1945);
  • G. K. Chesterton: "El hombre que sabía demasiado" (Buenos Aires: Nova, 1946); 
  • Walter de la Mare: "Memorias de una enana" (Buenos Aires: Nova, 1946); 
  • André Gide: "El inmoralista" (Buenos Aires: Argos, 1947); 
  • Henri Bremond: "La poesía pura" (Buenos Aires: Argos, 1947); 
  • Alfred Stern: "Filosofía de la risa y del llanto" (Buenos Aires: Imán, 1950); 
  • Louisa May Alcott: "Mujercitas" (Buenos Aires: Codex, 1951); 
  • Marcel Ayme: "La víbora" (Buenos Aires: Sudamericana, 1952); 
  • Ladislas Dormandi: "La vida de los otros" (Buenos Aires: Sudamericana, 1952); 
  • Marguerite Yourcenar: "Memorias de Adriano" (Buenos Aires: Sudamericana, 1955); 
  • Jorge d'Urbano: "«Prefacio» a Música en Buenos Aires, de Virgil Thomson" (Buenos Aires: Sudamericana, 1966); 
  • Carol Dunlop: "Llenos de niños los árboles" (Managua: Nueva Nicaragua-Monimbó, 1983); 
  • Edgar Allan Poe: "Obras en prosa (traducción, introducción y notas de J. Cortázar"; Río Piedras: Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, en colaboración con Revista de Occidente, 1956, 2 vols.); 
  • Edgar Allan Poe: "Cuentos" (La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963);
  • Edgar Allan Poe: "Aventuras de Arthur Gordon Pym" (La Habana: Instituto del Libro, 1968);
  • Edgar Allan Poe: "Eureka" (Madrid: Alianza, 1972)

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