Crecer sobre raíces propias



 Un hombre construyo una casa...la embelleció con un jardín.
Planto un roble en el fondo del patio y, en la pared de la casa, planto una hiedra.

El roble, día a día echaba raíces y fortalecía su tallo para convertirlo en un tronco capaz de resistir vientos y tormentas. El roble crecía lentamente.

La hiedra, por su parte, comenzó a crecer velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas y se iba alzando adherida a la pared.
 
-¿Como estas, amigo roble?.-pregunto la hiedra-
 
-Bien, mi amiga,-contesto el roble-

   
-Eso dices porque nunca llegaste a mi altura. Desde aquí se ve todo distinto. Me da pena verte siempre en el fondo del patio.
 
-No te burles, amiga. Recuerda que lo importante no es crecer de prisa sino con firmeza.

El tiempo siguió su marcha. El roble crecía con su ritmo firme y lento.

La hiedra seguía extendiendo sus tentáculos alrededor de la casa.

Una fuerte tormenta sacudió la casa y su jardín.

El roble se aferró a sus raíces para mantenerse erguido.

La hiedra se agarro con sus ventosas a la pared para no ser derribada.

La lucha fue dura y prolongada.

Al amanecer, el propietario de la casa recorrió su jardín y vio que la hiedra se había desprendido de la pared, y estaba enredada sobre si misma, en el suelo, al pie del roble. De inmediato arranco la hiedra.

Mientras tanto el roble reflexionaba...
 
Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez, colgados de la seguridad de otros




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